LA FELICIDAD DE DES-CUBRIR TU VERDADERO YO (Parte 1)

Esta y las siguientes dos entregas no son ensayos nuevos, son parte de un ensayo de mi autoría que lleva el mismo título en el libro “15 miradas a la felicidad”. Ya que el ensayo en el libro es más bien largo, lo he divido en 3 para poder mantener los ensayos de este en blog en solamente mil palabras. 

Esta primera parte nos ubica primero en el contexto de los años de pandemia, años en que la vida cambió para TODOS, de un momento a otro y sin habernos podido preparar para lo que vino después.  Luego de situarnos en el contexto nos muestra tres corrientes que nos intentan vender la felicidad a su manera. Echémosle un vistazo a las tres.

“En estos últimos años, a raíz de la situación tan disruptiva que vivimos todos sin haberlo planeado, ni solicitado; inmersos en una pandemia que llevó a los gobiernos a forzar a los ciudadanos del mundo entero a «quedarse en casa», nos hemos visto casi obligados a detenernos. El mundo se detuvo. El día a día, tan simple y cotidiano como lo conocíamos, se detuvo. Nosotros nos detuvimos. ¿Qué hacer? Se cancelaron los viajes, los encuentros con amigos y amantes, las visitas a la familia, las salidas a hacer deporte, a ir de compras, las tertulias en compañía de algún buen vino o chocolate en el restaurante o café favorito. No hacía falta lucir el último grito de la moda. La interacción con nuestros compañeros de trabajo cambió de vernos todos los días en persona a comunicarnos solamente a través de las pantallas de un ordenador. De pronto y de golpe, todo aquello que se supone nos daba felicidad, se detuvo.   

¿Dónde está la felicidad?  

Algunas corrientes intentan convencernos de que la felicidad es algo que está fuera de nosotros y la encontramos en cosas o en actividades externas. Esa felicidad que nos venden a diario en la publicidad, esa felicidad que nos hace creer que hay que salir a buscarla, que hay que perseguirla, que viene dada por externalidades de todo tipo, desde la botella de vino vintage super exclusiva hasta el lápiz labial super sexy. Existen suficientes industrias que nos «venden» ese concepto de felicidad porque mantiene la economía en marcha: «Haga esto o posea aquello y será feliz». Obviamente el mensaje en los espacios publicitarios es bastante más sutil. Desde el punto de vista de esas industrias, la felicidad está en cosas o actividades y se compra. Es decir, si eres pobre, eres doblemente pobre, no solo porque no podrás adquirir todos los bienes y servicios publicitados, sino también porque al no adquirirlos pierdes el billete tan preciado a ese tipo de felicidad que aparece anunciada en todas partes.  

Otras corrientes intentan convencernos de que la felicidad está fuera de nosotros, pero no en las cosas sino en las personas o en su interrelación con nosotros. Todos hemos oído que tenemos que encontrar esa pareja ideal, aquella media naranja que «nos hará feliz», o que la felicidad te la da la familia en la que naciste o que felicidad es aquello que sientes cuando traes hijos al mundo. ¿Y qué pasa si te tocó nacer en una familia disfuncional? ¿Qué pasa si no puedes o no quieres tener hijos? ¿Estás condenado entonces a ser infeliz? ¿Qué pasa cuando las relaciones interpersonales ya no pueden ser en persona, sino solo a través de la pantalla de un ordenador, como sucedió durante los dos años de pandemia? ¿Es que ahora estamos condenados a ser infelices?  

Una tercera corriente define la felicidad como aquello que o nos llevará al éxito o que es consecuencia del éxito alcanzado. Esa felicidad es la que se supone que hay que llevar siempre puesta, siempre encima, una felicidad que está ahí para lucir. El abuso de creernos en la obligación de ser felices, sobre todo para los demás, de estar siempre alegres, optimistas y dispuestos, puede resultar terriblemente contra productivo. Con esa corriente de la felicidad obligatoria los malos días son doblemente malos. Como si no bastara ya tener que batallar con nuestro mal día, nos convertimos en parias además por el estrés que causa no cumplir con la expectativa social de ser siempre la persona feliz que motiva y contagia su felicidad a los demás. Hay teorías que nos dicen «finge felicidad hasta que seas feliz». Eso es como decir «finge estar embarazada hasta que lo estés».  ¿Cómo puede uno ser feliz con ese estrés a cuestas de la pura obligación de ser feliz?  Y ya que estamos en la metáfora del embarazo, probablemente todos conozcamos a parejas que han intentado desesperadamente quedar embarazadas sin éxito hasta el momento en que deciden dejar de perseguir como una obligación esa tan desgastante meta (emocional y financieramente) y sin esperarlo, de pronto les llega el embarazo deseado, pero ya no perseguido como una condena al fracaso en caso de no lograrlo. 

Esas tres perspectivas mencionadas anteriormente nos desempoderan totalmente como seres humanos. La buena noticia es que nuestra felicidad no depende de nada ni de nadie más, salvo de nosotros mismos. La mala noticia es que muchos de nosotros aun no nos damos cuenta de ese regalo y seguimos creyendo en aquello, tan típico, que la felicidad hay que buscarla. Bajo esa perspectiva creemos que la felicidad hay que perseguirla y que está fuera de nosotros mismos, en alguna cosa, en algún sitio lejano y misterioso o en otras personas, sin darnos cuenta de que la felicidad ha estado allí siempre, dentro nuestro, en nuestro verdadero yo profundo y auténtico, al que muchos no tenemos acceso porque fue re-cubierto paulatinamente con roles y máscaras que fuimos adoptando consciente o inconscientemente desde que nacimos. Sin embargoyfelizmente nos podemos liberar de todo aquello si a pesar de todo juntamos la valentía necesaria para enfrentarnos a eso que fuimos creyendo de nosotros mismos, y nos atrevemos a dejar de encajar en lo que creemos que otros esperan de nosotros para poder ser finalmente quienes realmente somos”. 

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