SI TE AMAS: ¡¡BAILA!! LO DICE LA NEUROCIENCIA

Video introductorio al ensayo.

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Aquello de “Mente sana en cuerpo sano” (y la verdad que al revés es de igual importancia: Cuerpo sano en mente sana) es más que solo una frase hecha, que según leí fue acuñada hace alrededor de dos mil años. Todos sabemos, nos lo dijeron desde el colegio, que la actividad física es necesaria para mantener y/o recuperar la salud. Lo sabemos, sin embargo, a muchos se nos hace “tedioso” lo de hacer ejercicios, deportes o estar en movimiento en forma regular de alguna manera. Muchos de nosotros nos dedicamos más a cultivar la mente y el intelecto, pero obviamente aquello de mente sana en cuerpo sano es una gran verdad, que haríamos bien en tomarla como regla de vida.

La misma importancia tiene esa frase en sentido contrario: cuerpo sano en mente sana. Y es que ahora que se ha estudiado tanto la relación cuerpo-cerebro y el poder de nuestros pensamientos y emociones hasta el punto de llegar a enfermarnos. Está claro que se trata de un equilibro: el cuerpo y la mente están mucho más conectados de lo que creemos y ambos tienen que estar sanos.

Desde hace un tiempo sigo a la física teórica, doctora en medicina e investigadora en neurociencia Nazareth Castellanos, sigo sus conferencias y tomé algún curso con ella. Me fascina la simplicidad con la que explica temas complejos del área de la neurociencia. Una de las explicaciones que más me fascinó es la de la importancia del baile y el efecto que el bailar tiene en nuestro cerebro y por tanto en nuestra salud en general.  Resulta que bailar involucra estructuras cerebrales muy significativas y tiene ventajas que hoy por hoy, gracias a los avances en temas de neurociencia, son innegables:

  • Las áreas del cerebro que se benefician al oír música están activadas también en el baile
  • Gran parte de las neuronas del cerebelo están dedicadas a la coordinación del movimiento para el baile
  • El putamen gestiona la secuencia de movimientos del baile, planifica los movimientos antes de que sean ejecutados
  • El precúneo genera el mapa corporal de cómo se encuentra el cuerpo para poder bailar
  • Cuando bailamos se activa la zona en el cerebro que fusiona el concepto cuerpo-mente, el cómo yo me estoy moviendo, cómo estoy habitando mi cuerpo y habitando el espacio donde me muevo
  • Inclusive cuando solamente vemos bailar a otra persona estamos ejercitando las estructuras cerebrales que están involucradas en el aprendizaje motor
  • Basta una pequeña actividad de baile para empezar a activar la plasticidad cerebral
  • Se considera al baile, dentro de la medicina preventiva, como una de las formas de estilo de vida que nos pueden ayudar en la prevención de la salud mental y que pueden reducir la probabilidad de aparición de enfermedades neurodegenerativas (como el Alzheimer o el Parkinson)
  • Las personas adultas, cercanas a la vejez, aumentan estadísticamente de modo significativo sus capacidades cognitivas (capacidad de atención, de memoria, coordinación de conducta, equilibrio) si bailan de forma regular, cualquier tipo de baile
  • Bailando juntos, coordinadamente, se produce una mayor resistencia al dolor y aumenta los niveles de bienestar en general y de satisfacción vital
  • El baile mejora los vínculos sociales entre las personas. Cuando dos personas coordinan sus movimientos, se favorece la comunicación entre ellos y entre sus corazones

He escuchado que alguna gente dice que “para el baile, no sirvo”.  No sé quién les habrá plantado esa creencia tan limitante en el cerebro.  Todos tenemos la capacidad de sincronizarnos con sonidos rítmicos exteriores, desde la infancia. Lo que significa que todos podemos bailar.

Además de bailar natural y espontáneamente, como buena amante de la música rítmica y alegre, también he tenido la suerte de experimentar el baile aprendido con pasos, figuras y estrictas reglas. Estuve un año entero en una escuela de bailes de salón en Alemania para poder bailar con mi marido alemán que pasó 17 años de su vida en una escuela de baile, como alumno y luego como asistente de la profesora. Ser profesor de baile era su vocación secreta. Quick step, slow fox, disco fox, vals vienés, rumba europea, tango europeo, chachachá y jive fueron los ritmos que tan diligentemente me tocó aprender. Y, como diría Marc Anthony, fue una “gozadera”.

Aprendiendo todo lo que se pone en funcionamiento en el cerebro cuando se baila de forma sincronizada con otras personas, podemos apreciar mejor no solo lo divertido, sino también lo saludable que es tomar esas clases. Y es que aprender esos bailes requiere mucha atención y dedicación. Primero hay que mirar con detenimiento los movimientos que demuestra el profesor, luego hay que repetir el movimiento y recordar los pasos a dar, hay que mantener el compás y el ritmo con la música y hay que coordinar el movimiento con la otra persona. Además, hay que adaptarse también al movimiento de los otros participantes del baile en el espacio que nos toca ocupar, de modo ordenado para no colisionar con los demás. Todo eso lo realiza el cerebro mientras bailamos sin que seamos realmente consciente de la proeza.

Además de la activación de todos esos circuitos neuronales motores y sensoriales se activan también los circuitos de recompensa y placer, porque seguir rítmicamente la música se convierte en un disfrute en sí y cada vez que tenemos una lección aprendida, activamos también los circuitos de recompensa. Por si fuera poco, al ser una actividad aerobia es muy buena para la salud cardiovascular.

Y ya ni qué decir del componente social de bailar en grupo, al menos en las escuelas de baile alemanas (son las únicas que conozco) se organizan los bailes de fin de curso, de primavera, de invierno, de verano, de lo que sea, con tal de tener un evento donde los alumnos puedan ir a practicar lo aprendido y a socializar, y eso desde luego es un incremento del disfrute grupal que fortalece vínculos sociales.

Y tú, ¿qué esperas para ponerte a bailar? Da igual si en grupo o en una clase de zumba frente a tu pantalla, solo ¡¡baila!!

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