Y finalmente en esta última parte comparto mi tesis que postula que la felicidad siempre estuvo, está y estará dentro de cada uno de nosotros. Nuestra labor es des-crubrir nuestro verdadero yo, es decir quitar de encima todo aquello que NO SOMOS NOSOTROS, aquello que aprendimos -de modo consciente o inconsciente- a usar para cubrir quienes realmente somos y es ese mismo proceso donde se encuentra nuestra propia e individual felicidad.
P.D. el ensayo original tiene una parte más, un análisis del llamado “estudio de felicidad de Harvard” que no es tan relevante, por eso no la incluyo aquí.
La felicidad está y estuvo siempre dentro de nosotros
Y entonces, ¿cómo se saca ese yo verdadero a flote? ¡Atreviéndose a dejar caer las máscaras! Nos hemos acostumbrado tanto a cumplir con expectativas ajenas de lo que debemos hacer y peor aún, de quiénes debemos ser, que ya ni nosotros mismos lo notamos, estamos mimetizados con aquellas máscaras y roles impuestos sin darnos siquiera cuenta.
Vas todos los días a la universidad a estudiar derecho porque tu padre y tu abuelo lo hicieron, porque todos esperan que continúes la tradición familiar. Una tímida voz interior te dice que en realidad no es eso lo que quieres, que a ti lo que te llama es ser veterinario. Pero el adoctrinamiento te dice que tienes que cumplir con tu rol de satisfacer las expectativas de los demás, que no puedes defraudar a nadie, porque es lo que se espera de ti y te toca cumplirlo.
Te juntas todos los domingos con los amigos del barrio porque todos juegan al fútbol y no quieres desentonar, no quieres ser el rarito. A ti la verdad es que no te apasiona eso de correr detrás del balón y todo eso, tú lo que quieres es irte a nadar, eso sí es lo tuyo, la vocecilla interior te lo dice, pero no puedes desencajar, todos los amigos juegan al fútbol en tu barrio, eso es lo que se hace allí.
Llevas diez años de casada con el novio del instituto, tienes dos niños pequeños y hacia afuera son la familia feliz. Los padres ejemplares y abnegados, la pareja ideal desde hace tantos años. Pero en casa ni se hablan, solo tu mejor amiga sabe que aquella fachada no es real. Te controla hasta el tiempo que hablas con tus amigas, imposible tener amigos, y salir sola sería inimaginable. Hay una vocecilla interior que te dice que más que en un matrimonio vives en una prisión, pero qué le vas a hacer, no se puede cambiar, era hasta que la muerte los separe, mientras esa vocecilla te dice que estás muriendo en vida.
Eres una ejecutiva brillante, trabajas durísimo, te has ganado el respeto de todos y admiran la vida tan exitosa que llevas. Tú hubieras preferido ser maestra en la escuela local para niños con habilidades especiales, pero eras la primera de la clase, la listilla de la familia, prácticamente esperaban que fueras presidente de la nación, no podías decepcionarlos. La vocecilla en tu interior te decía que renuncies, que hagas lo que realmente sientes como vocación, pero tenías que seguir el camino de éxito profesional en las grandes ligas, eso es lo que se esperaba de ti.
Así se va llenando la sociedad de vocecillas interiores acalladas. Algunas para siempre, algunas no. Otras logran hacerse oír cada vez más alto, cada vez más hasta que ya no hay manera de ignorarlas. Ahí es cuando sucede «la magia», esa voz toma la palabra y te cuestiona, y ese cuestionamiento no es fácil, llevabas tanto tiempo estudiando derecho, jugando al fútbol, en ese matrimonio o en tu carrera exitosa que no te dabas cuenta de que tú no estabas siendo tú, estabas siendo solo los roles con los que te socializaron desde mucho antes. No estabas siendo feliz y ni siquiera lo sabías, hasta que te das cuenta.
Para algunos el momento de oír la voz interior llega envuelto en una enfermedad muy grave, en la pérdida de un ser querido, en forma de algún accidente trágico. Algo drástico ocurre en nuestras vidas y solo entonces le prestamos oído a esa vocecilla que finalmente se hizo escuchar con fuerza indiscutible. Si la dejamos hablar y empezamos a cuestionarnos daremos el primer paso para hallar el sendero del camino a nuestra felicidad, el sendero de un viaje a nuestro interior, el viaje más interesante de todos, ese que hace que mucha gente luego de esas crisis cambie por completo su vida para lo sorpresa de todos. No pocas veces esas crisis son malentendidas como un evento negativo en la vida de uno, excepto por quienes ya pasaron por ellas y saben que esas crisis, son crisis para crecer, para desarrollarse como personas, la mejor oportunidad para empezar a ser la mejor versión de uno mismo. Allí es cuando empezamos a ser quienes realmente somos, cuando empezamos a hacer aquello que nos proporciona paz interior, aquello que nos hace sentir vivos. Lo que sucede cuando dejamos de vivir la vida que creemos que otros esperaban de nosotros, cuando dejamos todos esos roles, actividades, situaciones, trabajos y personas, que muy lejos de permitir que nos desarrollemos y expresemos en toda libertad, nos hacen sentir que estamos siendo obligados a estudiar esa carrera, a practicar ese deporte, a permanecer en ese matrimonio, a vivir ese éxito profesional; cuando dejemos todo eso, nos daremos cuenta que ese lugar donde se halla la felicidad estuvo siempre dentro de nosotros. Nunca estuvo en cosas, en actividades, en sitios, en personas, nunca estuvo fuera, siempre estuvo DENTRO DE NOSOTROS mismos.
La felicidad no se compra y tampoco se sale a buscar, la felicidad no nos la puede proporcionar ninguna otra persona en el mundo. La llave de la felicidad está en el único lugar que no hay que ir a buscar, porque ese lugar está en nuestro interior, ese lugar somos nosotros mismos y lo único que hay que hacer es des-cubrir quiénes somos en verdad.
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