A veces me quedo muy decepcionada con la “medicina occidental”, esa donde te ausculta el médico especializado en el ojo derecho, luego el especialista en el ojo izquierdo sin hablar el uno con el otro y ni pensar que se interesen en discutir tu cuadro de salud en general, mucho menos averiguar la situación de vida en la que está el paciente.
Lo digo por una experiencia muy concreta que estoy viviendo este mes. No tiene nada que ver con oftalmólogos (era solo un ejemplo). Me pregunto cuándo será estándar que los médicos entiendan que el ser humano es una entidad indivisible de cuerpo, mente y alma. Me parece fatal que ni siquiera se interesen por saber tu historia médica. Es como entrar a una faja de producción en serie: “Buenos días, señora, siéntese aquí. Qué síntomas tiene”. Yo le quiero explicar que ahora mismo casi nada, pero que tengo semanas enteras con toses, flemas y demás. Me responde. “Eso no, señora, ahora qué síntomas tiene”. Es como si este médico no hubiese oído nunca lo que es la medicina preventiva. Se trata precisamente de no esperar la enfermedad, sino de atender al paciente para prolongar su estado de salud. Pocas ganas me dieron de discutir el tema con ese señor. En todo caso y para responder a su pregunta, como me queda la carraspera, le dije justo eso y sin más me responde “son secuelas del long covid”. Le explico que lo dudo mucho porque tuve covid hace exactamente 12 meses y entretanto no tenía nada, que estuve en urgencias con faringolaringitis en octubre, que vea en mi historia de paciente, que para eso voy a la misma clínica. Que no importa, me responde. ¡¡¡¿Cómo?!!! Pues ya está, este señor, ya mayor, me metió a las estadísticas españolas de long covid. ¡¡¿?!!
Tal vez por la faringolaringitis mal curada de octubre o tal vez por la alergia o tal vez por otras razones tuve esas toses, flemas, ruido en los bronquios, estornudos, la nariz que corría como río. Pero por lo visto los médicos que me vieron hasta ahora: un alergólogo y un otorrinolaringólogo parecen no interesarse en absoluto por las causas, sino solo por aliviar síntomas. De esto ya habíamos hablado en la primera parte del ensayo. Apagar los síntomas de algo, sin indagar y mitigar sus causas es como sacarle las baterías al detector de humo que empieza a pitar sin siquiera indagar por qué pita, ni apagar el incendio.
Y otra cosa que no me gusta es que te tratan como si fueses un analfabeto, al menos estos dos médicos se interesaron nada en explicarme algo. Yo, paciente curiosa, les era molesta. Pero por favor si se trata de ¡MI salud! Lo mínimo que pueden hacer los médicos es explicarle al paciente de qué va el tema y no solo darte un papel con jeroglíficos para que vayas a sacarte unos análisis de sangre y para ir al neumólogo, que es el último especialista que me falta “visitar”. El alergólogo no se molestó en averiguar nada de mi vida o condiciones de vida, simplemente me dijo que tome asiento, que estire el brazo y cogió como un autómata sus frasquitos con concentrados de diversos alergenos, me los metió a punzadas al brazo, en total silencio e indiferencia mientras lo hacía. No tuvo ni siquiera la delicadeza de decirme qué cosas me estaba punzando. El prick test me lo habían hecho ya hace mucho tiempo en Alemania, por eso sé de qué va, de lo contrario hubiera sido muy desagradable para el médico y para mí. Los jeroglíficos con los que me envió al análisis de sangre tampoco tuvieron la suerte de ser descifrados en el laboratorio. ¿Para qué? Se trata solo de la sangre y la salud del paciente (¡!). Pero por suerte no todo es así. Hay médicos que también se educan en otros aspectos de la medicina para ofrecer una perspectiva holística y no tratar al paciente como una colección de síntomas.
En el trabajo nos dan conferencias sobre temas de salud, desde los últimos descubrimientos en temas de migrañas hasta métodos de autoregulación emocional. Hace más de una década que los temas de salud son importantes en algunas grandes empresas privadas, obviamente no solo por filantropía sino también y especialmente por simple matemática de la productividad.
Los temas de salud mental y emocional van recibiendo la importancia que merecen, aunque el tema va lento, más de lo que debería. En Perú, me informan que la mayoría de seguros sociales no cubren todos los costos de terapias o citas con psicólogos o con psiquiatras. En Europa se avanza más, pero luego de la experiencia con el otorrinolaringólogo y el alergólogo, parece que habrá que tener más paciencia hasta que se entienda no solo la importancia de la salud emocional y mental, sino que básicamente al alcanzar salud en esos aspectos evitaremos muchas enfermedades psicosomáticas, por ejemplo. Todos salimos ganando, los pacientes y la sociedad en general. Espero que no sea solo una cuestión de un sistema tradicional inamovible o, peor aún, intereses cruzados con el profit de algunos.
Por suerte, también hay suficientes impulsos que muestran la perspectiva holística de la salud que nos recuerdan que somos una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, y tal vez mucho más indivisible de lo que pensábamos. Nuestro cuerpo es tan maravillosamente complejo. Finalmente oigo ya a varios conferencistas de salud explicar que nuestro intestino es un segundo cerebro, con neuronas, igual que el cerebro que llevamos en el cráneo y que estos dos están conectados con el nervio vago, que realmente “vagabundea” por todo nuestro cuerpo conectando sistemas. Vale el esfuerzo darle un vistazo con mayor detenimiento. Les dejo aquí dos esquemas informativos de la última charla al respecto.
No se trata solo de “calmar” síntomas, ese no puede ser el propósito de la medicina, se trata de mantener y preservar nuestro estado natural de salud. Y tú, ¿te atreves a cuestionar a tus médicos?
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