Me topé hoy con una frase del Dr. Puig: “La felicidad es el resultado de conectar con lo que somos y descubrir que nuestra esencia no es material, sino espiritual.”
Me hizo recordar que actualmente hay mucho debate y muchísimo material disponible sobre qué es la felicidad y dónde se encuentra. De hecho, hay muchos libros de autoayuda con metáforas, parábolas y recetas simples, hasta libros cortos con frases hechas que nos intentan hacer ver que la felicidad de uno no depende de nadie más, salvo de nosotros mismos. Una obviedad tan simple, pero al parecer, al mismo tiempo, muy escurridiza para muchos.
En este ensayo corto no vamos a hablar de las falsedades más obvias acerca de dónde está la felicidad. Como por ejemplo, la perversa publicidad que te quiere hacer creer que la felicidad te la da tomarte una bebida gaseosa de cierta marca y penetrante color rojo en el envase, sin decirte que esa bebida gaseosa no es más que agua carbonatada con muchísima azúcar, ácido en compensación para que no se sienta el dulce apabullante, colorante y un poco de aroma de cafeína. Difícilmente será alguien feliz con esa mezcla. Lo que el marketing no menciona, para mayor perversión, es la adicción que crean esas dosis frecuentes de azúcar en nuestro organismo. O aquella otra que les dice a los más jóvenes que si no usan determinada marca de ropa no están a la moda y no son “cool” y entonces “no pertenecen” al grupo de gente feliz. Pero, no, no hablaremos de eso ahora.
Hablaremos de otro tipo de creencia, que tal vez es hasta más perniciosa porque es mucho más sutil. Se trata de creencias con las que hemos sido socializados desde siempre y por eso nos hemos creído que son verdad. Las frases que comento a continuación parecen chiste o invento, pero no lo son. Son de verdad y con seguridad muchos de nosotros las hemos oído de alguien, tal cual como las describo, o en alguna variación, más de una vez.
Por ejemplo, la señora que dice que ella será feliz el día que su marido le deje de ser infiel. O el hombre que dice que el día que su padre reconozca su valor y diga que está orgulloso de él, dejará de sentir que vale poco y será feliz. O la abuela que dice que su única felicidad en la vida es su nietecita.
Vamos con el ejemplo de la señora que está convencida de que para que ella pueda ser feliz, otra persona, su marido, tiene que cambiar su manera de comportarse. Esa mujer le está dando la llave de su felicidad a otra persona. Se está desempoderando por completo. ¿Qué probabilidades hay de que su marido cambie? Dependerá totalmente del libre albedrío del marido. Si en él no hay una razón o un deseo interno para cambiar de comportamiento, no lo hará. Así que por ahí no va la solución. Si a esa señora la infidelidad del marido la hace tan infeliz, la única manera de que se dé ella misma la oportunidad de ser feliz es dejando de querer seguir con una persona que es infiel. Removerse de la ecuación. El marido es infiel. Punto. Ese es un tema de él, que corresponde a sus propios vacíos emocionales o heridas de la infancia, temas que no tiene resueltos o simplemente el no entiende el tema de la fidelidad en la misma manera en que lo entiende la señora en cuestión. Estar al lado de un marido infiel es cien por ciento decisión de la señora. Nadie, ni nada en el mundo la obliga. La solución para su felicidad está en sus propias manos. Ella no puede hacer que el marido cambie de comportamiento, pero ella puede decidir para sí misma que su felicidad no radica en la fidelidad del marido y vivir su vida feliz sin más, independientemente de si el marido es infiel o no, o, si para ella la fidelidad es un no-negociable, pues se puede remover de esa situación y así el marido podrá seguir siendo infiel, pero ya no a ella. Y es que al final la decisión y la acción están en manos de la señora misma, pero mientras no se de cuenta, será víctima de su propia falta de empoderamiento.
El caso del hombre que piensa que él será feliz el día que su padre lo reconozca como profesional y le diga lo orgulloso que está de él, también es un caso de desempoderamiento. De algún modo, ese hombre creció creyendo que la opinión de su padre vale y la de él no. Su felicidad también está dependiendo de lo que haga o deje de hacer un tercero. El hombre no puede hacer que su padre cambie de comportamiento. Pero él puede decidir que si él es feliz haciendo lo que hace la opinión de su padre es completamente irrelevante para su felicidad. Este hombre tiene que resolver un tema de baja autoestima y sobrevaloración de la opinión de su padre.
La abuelita que está convencida que su nietecita es su “razón para vivir y ser feliz” se va a llevar un chasco cuando la nieta se vaya a vivir su propia vida. Se le habrá ido la “razón para vivir y ser feliz”. Desde luego que la abuela puede disfrutar los momentos con la nieta, pero mientras siga creyendo que ella no tiene motivos para vivir por su cuenta y que su felicidad radica en la presencia de la nieta, se estará desempoderando completamentamente.
¿De dónde viene la idea de que la felicidad de uno depende de la presencia o de lo que hagan o dejen de hacer los demás? ¿Cuál es tu concepto de felicidad? ¿Crees que está en tus manos o que es algo que te van a dar otros?
Ejercicio: Has una lista de lo que te hace feliz. Luego has una lista de lo que haces cada día. Compara las listas. ¿Coinciden mucho, poco o nada?
Suscríbete a nuestro canal de Youtube: https://www.youtube.com/@saludsindramas
Síguenos en:
Instagram: https://www.instagram.com/saludsindramas
Tiktok: https://www.tiktok.com/@saludsindramas
Facebook: https://www.facebook.com/saludsindramas