.
Escribo sobre este tema para contribuir a romper tabúes, en este caso el pedir y aceptar ayuda para nosotros mismos y el aceptar cumplidos que nos hacen otros. Conversando con mucha gente me he dado cuenta de que, entre tantas muchas otras métricas, podemos dividirla en dos grupos: la gente que pide ayuda y la que no, así como la gente que con gracia acepta los cumplidos y la gente que no sabe qué hacer con ellos. ¿Qué las diferencia?
Y es que pedir ayuda parece ser una tarea muy difícil para algunos y aceptarla aun más. ¿Por qué cuesta pedir ayuda? ¿Por qué no sabemos pedir ayuda? ¿Por qué nos cuesta aún más aceptarla? ¿Y los cumplidos? Como si fuese algo malo, a alguna gente se le hace super difícil aceptar cumplidos e intenta más bien hacer parecer que no los merece, que la persona que le está haciendo el cumplido se está equivocando.
Recuerdo alguna vez, luego de una presentación de proyecto que me tocó hacer, que mi CEO se me acercó al final y me dijo que qué buen trabajo y demás. Y yo -en mi automático de esas épocas- le respondí que ¡qué dice! Que solo es mi trabajo, que lo podría yo haber hecho mejor, etc. Él me miró un poco fastidiado y solo dijo: “Aprende a recibir cumplidos”. Nos llevábamos muy bien, por eso su gesto adusto me llamó la atención. La jefa de investigación y desarrollo que estaba viendo la escena me jaló del brazo y le dijo a él: “No seas duro con ella, es una cosa de mujeres, es verdad que no sabemos tomar cumplidos”. Yo no sé si es solo cosa de mujeres, pero ya que soy mujer lo comento desde esta perspectiva. Desde ahí puedo decir que todo lo que me dijo entonces esa otra mujer en alta gerencia, es cierto. Nos exigimos un montón, tal vez más que nadie y es normal porque en un mundo corporativo predominantemente masculino, predominantemente en competencia, es lógico que nosotras mismas nunca estemos satisfechas con nuestro trabajo desde nuestra perspectiva, que creamos que siempre se puede hacer mejor, aun cuando ya estamos haciéndolo en excelencia. Desde esa vez, reflexioné y dejé mi automático de antes, ahora cuando alguien me hace un cumplido, lo agradezco con gracia y honesta sencillez. Ya no le busco sinrazones, ni doy explicaciones de porqué ese cumplido es inmerecido, ni expongo todo lo que podría ser sujeto de mejoras. Por un lado, me parece bien, que queramos hacer siempre todo de la mejor manera posible y hasta casi imposible, pero, por otro lado, si alguien nos viene a cumplimentar, deberíamos agradecer con gracia sin rechazar el piropo. Lo mismo pasa con cosas más banales y lo he visto en otra gente también. Alguna vez le dije a una amiga que qué bonito era su vestido y haciendo ademán de negación con la mano, me respondió, que no, que solo era un trapo del supermercado. O decirle a alguien que qué bonito le queda ese peinado y te responde que: “la verdad que se me ve fatal, no me sienta nada, es que no tuve tiempo esta mañana”. Al parecer hay una barrera que nos impide disfrutar simplemente que alguien nos haga un cumplido y en lugar de agradecer, rechazamos y encima soltamos una lista de argumentos en nuestra contra. ¿Por qué? Tiene que ver con el grado de valía con que nos medimos nosotros mismos. Por eso aprender a aceptar cumplidos es mucho más que solo una regla de comportamiento social. Saber aceptar cumplidos o no, refleja lo que pensamos nosotros de nosotros mismos. ¡Qué manía que tenemos de apreciarnos tan poquito!
Lo mismo pasa con pedir ayuda. Y aunque esto le pasa también a todo el mundo, lo comento aquí desde el punto de vista de las mujeres. Tantas veces hemos entendido mal el tema de la autosuficiencia, que creemos que tenemos que ser mujeres maravilla, entendiendo esto como sinónimo de poder hacer todo solas. Que te quieren ayudar a bajar unas escaleras, ¡que no! Que tú puedes sola. Que te quieren ayudar a cargar una caja, que no, ¡diantres! Que tú puedes sola. Y esos son ejemplos muy banales. El tema se vuelve mucho más grave cuando realmente tienes que pedir ayuda para cosas serias y no te sientes capaz. ¿Por qué? Porque no nos sentimos merecedores. Recuerdo una charla del Dr. Puig sobre el tema. Nos decía que es vital que cuando alguien se sienta totalmente agobiado y sobrepasado por algo, sea capaz de pedir ayuda. Él nos dice por ejemplo que hoy en día, recurrir a la ayuda de un profesional de la salud mental sigue siendo muy mal visto. ¿Qué nos dificulta pedir ayuda? El estigma. El estigma de que el que pide ayuda es débil, incapaz o alguna otra tontería de ese estilo. La buena noticia es que se puede aprender a pedir ayuda. Es cuestión de entender que somos más fuertes juntos, que nadie tiene porqué luchar solo con absolutamente nada. Incluso comentar temas que nos dan vueltas en la cabeza con alguien más nos ayuda a encontrar otras posibles soluciones. Aquel refrán que tan inocentemente nos dice que una pena entre dos es menos atroz, es una verdad como un mundo. En muchos casos saber pedir ayuda puede llegar a ser un tema de vida o muerte. La experiencia me ha demostrado que hay dos tipos de ayuda con los que tenemos que contar en nuestra vida. Una es la ayuda profesional, en el tema que sea, que para eso hay profesionales a los que pagamos por sus servicios. La segunda es el soporte que nos brindan nuestros amigos, no tienen que ser expertos en nada, basta su amor y aprecio, a veces su simple compañía es un soporte vital.
¿Y tú? ¿Sabes aceptar cumplidos? ¿Pides y aceptas ayuda cuando la necesitas o crees que es muestra de debilidad? ¿Te sientes merecedor/merecedora de ayuda y cumplidos o todavía los rechazas?
Suscríbete a nuestro canal de Youtube: https://www.youtube.com/@saludsindramas
Síguenos en:
Instagram: https://www.instagram.com/saludsindramas
Tiktok: https://www.tiktok.com/@saludsindramas
Facebook: https://www.facebook.com/saludsindramas