No es broma. Asidua seguidora como soy de la científica Nazareth Castellanos* me he quedado fascinada con lo todo lo que ella divulga sobre la importancia del sentido del olfato para nuestra salud mental, bienestar emocional y como prevención de enfermedades neurodegenerativas. Por largo tiempo se consideró al olfato como un sentido “secundario” pero en el 2017, la revista “Science” publicó un artículo postulando que estábamos infravalorando este sentido demostrando que aunque el bulbo olfativo representa muchísimo menos que el 1% de la masa cerebral, su importancia es inversamente proporcional a su tamaño. En el cerebro, tamaño no es igual a importancia. Fue la perspectiva científica del siglo 19 la que nos hizo creer que, comparado con otros mamíferos, en los humanos el sentido olfativo era despreciable. Ahora sabemos que el humano tiene un sentido olfativo muy desarrollado. También en el 2017 se hicieron estudios en Dresden con personas mayores que tenían algún deterioro cognitivo (precursor de enfermedades neurodegenerativas) y el resultado del estudio, publicado en la revista “Geriatric Psychiatry” nos dice no solo que entrenar el sentido del olfato mejora la calidad de vida en la vejez, sino también que el entrenamiento del olfato implica una mejora estadística demostrable a nivel cognitivo y emocional. En otras palabras, entrenar el olfato reduce la edad cognitiva de las personas, literalmente las rejuvenece cognitivamente.
Ahora que sabemos que el olfato está asociado a la emoción y a la cognición, está claro que el olfato es un aliado que debemos entrenar para mejorar la neuro-plasticidad de nuestro cerebro ya que el olfato es el sentido más vinculado a- y con mayor impacto en- la memoria. Cada vez que inspiramos por la nariz el cerebro alinea nuestras neuronas, como lo demuestran imágenes de laboratorio. Si al inspirar además olemos, la alineación neuronal es aún más nítida. El hipocampo reacciona con mayor intensidad y así se coordina mejor la actividad electromagnética del cerebro y se activan y reorganizan las zonas cerebrales de cognición y emoción. Por eso el momento de mayor capacidad de memoria en el cerebro, es cuando inspiramos y mejor aún si es oliendo. Cuando percibimos un olor asociamos y evocamos una emoción y la emoción es imprescindible para el circuito del aprendizaje. Eso se da porque la amígdala cerebral, quien inhibe o favorece los circuitos en el córtex prefrontal y el hipocampo, reduce su actividad mientras más desarrollado está el bulbo olfativo, por lo tanto, hay más del hipocampo. Esto es muy importante porque una de las principales funciones del hipocampo es la generación y recuperación de recuerdos, por lo que favorece el aprendizaje, consolidando los conocimientos que vamos adquiriendo al actuar sobre nuestra memoria a largo plazo, la memoria espacial y sobre la memoria declarativa, particularmente la memoria episódica. No sé si tenga que ver, pero yo recuerdo que durante exámenes en la universidad en Perú y también durante los exámenes finales de mi primera maestría en Alemania se me daba por comer pan de molde tostado con mantequilla, manzana verde, y arroz con leche y canela molida. ¿Por qué? No tengo idea, pero esos aromas y sabores, se me hacían “necesarios” cuando estudiaba para mis exámenes. Inconscientemente aprendía con esos olores y sabores, y la verdad me dio muy buenos resultados.
En el área de la medicina preventiva el olfato es un elemento básico. El entrenamiento de la sensación consciente del olfato favorece la neurogénesis hipocampal, es decir que se crean nuevas neuronas y circuitos en el hipocampo, la zona que más se atrofia cuando se padece de Alzheimer. Las personas con demencia presentan en un inicio cierto deterioro en su sistema olfativo y esto se puede usar como una alarma para la prevención temprana.
Otros datos fascinantes sobre el olfato:
- El cerebro asocia colores con olores. Cuando vemos flores, por ejemplo, el cerebro anticipa los olores correspondientes. Obviamente cada persona tiene su propia relación de olores y colores, aunque esto está grandemente influenciado por nuestra cultura y respectiva socialización.
- Oler conscientemente ayuda a reducir el estrés porque acalla el diálogo interior constante que en algunas personas se convierte en martirio. Cuando los recursos neuronales se unen para oler y ver, compiten con los recursos que se usan para ese diálogo interno y por eso no se pueden hacer ambas cosas. Si te quieres relajar, huele. Ahora me hace sentido eso de las “aromaterapias”, realmente pueden reducir el estrés interior.
- La nariz junto con la boca y las manos son las partes de nuestro cuerpo que tienen la mayor representación neuronal. El epitelio nasal tiene más de 100 millones de receptores que son prolongación de neuronas. Estos envían la información sobre los olores al encéfalo a través del nervio olfativo. Los pelitos del epitelio nasal convierten con su vibración la información en electricidad, el lenguaje de nuestro cerebro y nuestro cuerpo en total.
- El bulbo olfativo, una minucia de órgano, muy pequeñito, hace de puerta exclusiva para el olfato en el cerebro. Todos los demás sentidos comparten la misma puerta, el tálamo.
- Cuando inspiramos por la nariz, este órgano se encarga de limpiar, calentar y humedecer el aire antes de que entre al cuerpo. Por eso puede resultar nocivo respirar por la boca porque no sucede nada de esto y los patógenos entran al cuerpo sin más.
- Cuando olemos y el olor está vinculado emocionalmente a nosotros, se abre una puerta de conexión electromagnética entre el corazón y el cerebro. Mientras más intensa la conexión, más intensa la experiencia.
- Cuando estamos estresados crónicamente la amígdala se hipertrofia, se hace más grande y esto nos hace más propensos a estar enfadados, negativos, ansiosos. Por eso un bulbo olfativo más desarrollado es positivo para nuestro bienestar porque frena la actividad de la amígdala. Pacientes con depresión tienen un bulbo olfativo reducido y el olfato con atrofias. Por eso hay que usar mucho la nariz y oler.
Si te amas: ¡huele! Da igual si te trae recuerdos lindos o no. Solo empieza a entrenar tu sentido del olfato, tu cerebro te lo agradecerá.
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Además del ensayo me gustaría dejarles un cuento infantil que me gustaba mucho cuando era pequeña y está totalmente relacionado con lo aprendido sobre el olfato, “El cazador de aromas” de Elsa Bornemann. Y porque no puede faltar si hablamos de narices, el “Soneto a una nariz” de Francisco de Quevedo y Villegas que me gustó mucho desde que lo aprendí en el colegio.
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Soneto a una nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
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*Fuente revisadas para el ensayo: diversas conferencias de la neurocientífica Nazareth Castellanos sobre el sentido del olfato, la emoción y la memoria, vía videos en Youtube.
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Gracias
A ti por leerme, guapa!