Esta es una frase cuya relativa simpleza engaña porque esas trece palabras contienen mucha más profundidad de lo que pueda parecer.
¿Cuántas veces hemos oído a alguna persona hablar mal, burlarse, hasta insultar a otros? Lamentablemente muchas veces. Por lo general, aunque no queramos, dejamos que entren esas palabras en nuestras cabezas sin mayor filtro y lo peor es que, aunque no estemos de acuerdo ni con el contenido ni con la forma, dejamos que se queden en nuestra cabeza esas palabras dichas por Juan (para seguir con esos dos nombres a modo de ejemplo) con respecto a Pablo.
El esfuerzo que tenemos que hacer es no quedarnos en lo dicho por Juan, sino considerar, sobre todo, que desconocemos las razones por las que Juan habla mal de Pablo. Puede ser que lo dicho por Juan con respecto a Pablo sea cierto, pero SOLAMENTE PARA JUAN y no sea una verdad absoluta sobre Pablo. Y en todo caso sería mucho mas sano, esperar a conocer a Pablo para hacernos una idea de cómo lo percibimos desde nuestros propios filtros y si no podemos conocer personalmente a Pablo, al menos concederle el beneficio de la duda, que todo lo malo dicho sobre él, no tiene que ser necesariamente cierto.
Todos tenemos filtros con los que vamos juzgando por la vida a diestra y siniestra. Sería más sano, desde luego, juzgar menos y aceptar más que las personas son como son y que cada uno lleva por dentro una historia que nosotros, en el 99,9% de los casos, desconocemos; lo que convierte cualquier juicio que tengamos en una opinión puramente subjetiva. Nadie es totalmente “bueno” ni totalmente “malo”. Hay personas muy “buenas” que a veces toman “malas” decisiones y actúan acordemente y hay personas que al parecer son muy “malas” y luego “sorprenden” haciendo cosas muy “buenas”.
Por ejemplo, si preguntas a algunas personas cómo estuvo una fiesta, oirás de algunos que la fiesta estuvo buenísima y de otros que la fiesta estuvo malísima y todo dependerá solamente de cómo le haya ido a cada uno de ellos en la fiesta. Poco tendrá que ver con la fiesta en sí. Lo mismo pasa con las personas. Juan puede burlarse de Pablo y decir que es un cobarde, un interesado y un falso. Otra persona encontrará que Pablo es una persona encantadora, super honesta y muy colaboradora. La manera en que Juan se exprese de Pablo dependerá más de Juan que de Pablo. Se dice mucho que cada uno ve el mundo, no como el mundo es, sino como es el mundo de uno por dentro. Recuerdo al motivador mexicano Enrique Delgadillo repitiendo una ley universal que dice que: “como es por dentro es por fuera”.
Esa verdad universal me hace pensar que todo aquello que Juan es capaz de ver en Pablo pasa por los filtros de su mundo interior. Está claro que si las opiniones sobre Pablo son así de dispares es porque cada quien ve en Pablo solo lo que sus filtros personales le permiten ver. Es muy probable que sea Juan el que reconozca en Pablo sus propias tendencias a ser cobarde, interesado y falso, ya que teniendo Pablo otras cualidades, eso es lo único que Juan es capaz de ver, lo único que sus filtros interiores le permiten ver y es aquello que refleja su propio mundo interior.
También se dice que la belleza no está en el objeto observado, sino en los ojos del observador, de aquel observador que es capaz de ver belleza donde para otros no la hay, y esa capacidad de ver belleza refleja los filtros de la belleza propia de su mundo interior.
Dejo aquí un ejemplo bastante extremo pero real. Cuando finalmente se hicieron públicas las maniobras del presidente ruso y la invasión a Ucrania fue inminente, yo me sentí muy enojada por todo lo que estaba pasando, pensaba en las personas que perdían todo lo que se habían construido, las que perdían la vida, las familias separadas, todo el retraso que ocasiona esa guerra en ese país, todos los traumas emocionales que tomarán décadas y varias generaciones para poder ser superadas y toda la desestabilización que está causando en el mundo. Ese día y esa noche me la pasé insultando mentalmente al presidente ruso y sintiendo el conflicto bélico dentro mío. Al día siguiente tuve la suerte de estar en una de las conferencias cortas de Delgadillo tratando justo ese tema. Y nos preguntó si alguien estaba sintiendo odio por ese hombre. Yo sentía tanta rabia que tenía “ganas de matarlo”. Luego oyendo las palabras de Delgadillo logré cambiar de chip. Me di cuenta de que estaba dejando entrar ese conflicto bélico en mi mundo interior y que con eso solo generaba más violencia. Recordé también esa frase que dice: Sé el cambio que quieres ver en el mundo. Y de hecho yo no quiero más violencia, sino paz. Luego Delgadillo nos dijo que, aunque sea difícil, hagamos el ejercicio de enviarle nuestro amor al presidente ruso. En el primer momento yo pensé Delgadillo se volvió loco. Pero lo seguí oyendo y me resonaron mucho sus palabras. Decidí que sí, que no dejaré que el conflicto bélico exterior viva en mi interior y que más bien proyectaría mi paz interior hacia afuera. Y realmente desde ese momento cambió también mi percepción de la situación en general. Entiendo objetivamente lo que está pasando, pero sin contaminarme con el conflicto por dentro.
No quiere decir que todas las personas nos tengan que gustar o caer bien, pero sí podemos preguntarnos a nosotros mismos, antes de juzgar a alguien la próxima vez, por qué estamos viendo “solo” determinadas características en una persona. Delgadillo también nos habla de la ley del espejo, y se trata de analizar si no estamos viendo en otros lo que nosotros llevamos por dentro. Eso le da un significado muy concreto a aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
¿Te pasa?
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